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1 de julio de 2025

La salud autogestionada: hasta el 50% de la población recurre al uso de medicamentos sin consulta médica

En Argentina, millones de personas consumen medicamentos sin indicación profesional. Detrás de este hábito cotidiano, se esconde un problema complejo: desinformación, riesgos graves para la salud y una cultura que naturaliza su uso sin control.

La automedicación es una práctica extendida y persistente en Argentina. Aunque no existen estadísticas oficiales actualizadas con precisión, diversos estudios estiman que entre el 40 y el 50% de la población recurre al uso de medicamentos sin consulta médica. Desde antiinflamatorios y analgésicos hasta psicofármacos, el acceso libre o informal a la medicación se ha instalado como parte de la rutina cotidiana. Sin embargo, especialistas advierten que esta tendencia, lejos de ser inofensiva, puede tener consecuencias graves.

“La percepción de que un medicamento de venta libre no implica riesgo es un error común. Cualquier sustancia que tenga efecto terapéutico también puede tener efectos adversos si se usa sin criterios clínicos adecuados”, señala la jefa de la División Medicina Interna General en el Hospital de Clínicas de la UBA, Dra. Pia Majdalani (MN 93.075). Entre los principales riesgos, enumera el daño renal por uso crónico de antiinflamatorios, las interacciones medicamentosas en personas con múltiples tratamientos y la posibilidad de enmascarar síntomas de enfermedades más serias.

El fenómeno no es exclusivamente farmacológico, sino también cultural: “Mucha gente accede a medicamentos en un circuito informal: la farmacia de confianza, un consejo de familiares, la herencia de recetas previas. Eso no va a desaparecer. Por eso, más que prohibir, lo urgente es generar información accesible y clara sobre qué se puede manejar en casa, qué no, y en qué casos hay que consultar”, plantea Majdalani.

Uno de los núcleos más problemáticos es el uso de antibióticos sin indicación médica. El sobreconsumo de estos fármacos —en contextos de infecciones virales, resfriados o por "las dudas"— acelera la aparición de bacterias resistentes. “Esto ya no es un problema futuro. Es actual. Hay gérmenes que antes se controlaban con tratamientos simples y que hoy no responden más. Y esa resistencia se construye cada vez que alguien toma un antibiótico innecesariamente o lo abandona antes de tiempo”, advierte la médica.

También preocupa el uso extendido de psicofármacos sin control profesional. Tranquilizantes como el clonazepam o el alprazolam suelen circular sin receta y bajo la idea de que “calman la ansiedad”, sin considerar el riesgo de generar dependencia física y emocional. A esto se suma la automedicación con drogas más complejas —neurolépticos o antipsicóticos— por confusión, mal asesoramiento o simple desconocimiento. Estos errores pueden provocar efectos neuromusculares agudos que llevan a las guardias hospitalarias.

Majdalani subraya que es necesario diferenciar entre el “uso razonable” de ciertos recursos hogareños y el manejo indiscriminado de sustancias. “Hay molestias leves, como un resfriado común, que pueden atravesarse sin medicación. Pero hay que abandonar la idea de que cualquier malestar debe silenciarse con una pastilla. Y también reconocer que hay casos en los que la automedicación puede postergar diagnósticos importantes o agravar condiciones crónicas”.

El desafío, señala, no es solo médico sino generar conciencia en la sociedad sobre esta temática. “Hoy hay un exceso de información —no siempre confiable— que genera desinformación. El sistema de salud no puede responder a cada dolor de cabeza, pero tampoco se puede delegar todo en el individuo sin herramientas. La clave es formar ciudadanía sanitaria: que las personas puedan identificar síntomas que sí ameritan consulta, que conozcan sus propios antecedentes de riesgo, y que tengan profesionales de referencia con quienes pensar sus decisiones de cuidado”.

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